En 1994, recién egresada como ingeniera agrónoma, Adriana Arnaldo llegó a uno de los campos que hoy trabaja en la zona Monte Cristo y detectó un “yuyo” que no conocía. Buscó información y determinó que era la especie denominada Borreria verticillata.
Casi 25 años después, al recorrer ese mismo campo, en los lotes de soja y maíz recién sembrados sigue apareciendo. Es uno de los botones de muestra del problema que significan las malezas.
Según estadísticas de la Red Agropecuaria de Vigilancia Tecnológica (Ravit), un emprendimiento que esta campaña está monitoreando 1,5 millones de hectáreas en el centro-norte de Córdoba, esta especie está presente en uno de cada tres lotes.
“Uno la seca con herbicidas, pero la raíz sigue viva. Y vuelve a brotar”, explica Arnaldo. Francisco Nores, otro productor de la región, completa: “Es un dolor de cabeza con el que ya aprendimos a convivir. Te da sensación de impotencia porque no hay forma de eliminarla, pero la dejás y seguís”.
Prueba y error
Borreria es una de las seis malezas que encabezan un ranking que armó Ravit, liderado por el sorgo de Alepo, uno de los “terrores” junto al yuyo colorado que tienen los agricultores, según Nores.
Uno de los remedios para que no se conviertan en una jaqueca, de acuerdo con la mirada de Arnaldo, es “hacer pequeñas pruebas-error, que permiten conocer cómo ir mejorando el sistema”.
La productora se declara, por ejemplo, “fanática” del centeno, porque “le da anclaje al rastrojo; se mezcla con el residuo del maíz y pega la cobertura al piso, algo muy importante en esta zona donde los vientos fuertes se llevan todo”. Y explica que ya testearon con éxito siembras aéreas del cereal antes de la cosecha de maíz, para que inmediatamente después de recolectado, ya exista una cobertura.
Otra prueba: en una superficie de 15 hectáreas, Arnaldo relata que sembraron girasol que se cosechará el próximo 15 de enero. Acto seguido, implantarán trigo sarraceno, que tiene un ciclo de 60 días y después se hilera o seca. Y esta rotación no tradicional se completará con garbanzo.
“Tenemos que cambiar los paradigmas. La rotación trigo-soja-maíz ya no alcanza. Hay que empezar a hacer otras cosas, sostener los lotes siempre verdes, extender los cultivos de cobertura hasta que no compitan con el agua con los de verano. Si al agua la voy a perder lo mismo, manejarla para que algún cultivo la tome. Con mezclas de coberturas se pueden pasar hasta ocho o diez meses sin usar herbicidas”, resume Arnaldo.
Aplicaciones, a tiempo
En una zona donde el agua generalmente no abunda, muchas veces las coberturas se vuelven difíciles y es necesario controlar las malezas por la vía química. La estrategia que sigue Arnaldo es “apilar herbicidas preemergentes, para que la maleza no germine; y usar muchos residuales a la salida de la cosecha”.
César Costamagna, productor y miembro de Ravit, resalta que una luz de alerta es que 25 por ciento de los lotes tienen un enmalezamiento superior al 50 por ciento a la siembra. “Es una cultura que hay que cambiar”, considera.
La empresa Arysta es una de las que pretende impulsar este cambio cultural, según Florencia Schneeberger, coordinadora de marketing de la compañía. “Estamos trabajando en un abordaje distinto. Hay una problemática que no está resuelta, ya que la proliferación de especies sigue creciendo exponencialmente, a la vez que el mercado de herbicidas selectivos también aumenta”, explica.
Por eso, desde Arysta apuntan a “una visión más amplia e integradora”. “Dinamic, por ejemplo, es un preemergente con excelente control, pero si no conocemos cómo es el flujo de emergencia de las malezas, quizás la aplicación no sea efectiva. Por eso queremos entender de cerca la problemática junto a los productores y ajustar las recomendaciones”, remarca Schneeberger.
Fuente: Agrovoz.com.ar