En términos botánicos, el maní o cacahuate es una legumbre. Sí, pertenece a la familia de los garbanzos y las lentejas aunque en las góndolas se muestre muy orondo al lado de las nueces, almendras y castañas. Cultivo antiguo e importante en Latinoamérica, en el siglo XVI los portugueses y los españoles lo llevaron a África, India y China, donde se adaptó fácilmente. Hoy, como otros productos americanos, este grano es príncipe en gastronomías lejanas, como la cocina del sudeste asiático y la de África.
De Córdoba al mundo
En su expansión planetaria, la Argentina tiene un rol primordial: es el principal país exportador mundial de maní de alta calidad. Alrededor del 90% de la superficie cultivada se encuentra en la provincia de Córdoba, donde existe, desde 2012, la denominación “Maní de Córdoba”, una certificación importante que protege y garantiza su excelencia. Según datos de la Cámara Argentina del Maní, más del 90% de la producción se exporta a Europa (60% corresponde a maní blanchado -sin piel-).
Superalimento
Se trata de una semilla poderosa: su consumo aporta vitaminas, antioxidantes, proteínas. Es excelente para nivelar el colesterol, es antidepresivo, estimula las endorfinas, es energizante y se estudia su aporte en enfermedades neurológicas como el Alzheimer. Tan importante es el maní que es la base de un alimento terapéutico que se utiliza en países africanos para combatir los males de la desnutrición infantil severa: se trata del Plumpy’Nut (una pasta de maní mezclada con leche, azúcar, grasas, minerales y vitaminas) que inventó en 1994 el científico francés André Briend. Según estadísticas, 9 de cada diez chicos menores de cinco años tratados con este suplemento logró superar la desnutrición.
Costumbres
Los argentinos comemos poco maní, como se dijo, casi todo se exporta. Pero hay algunas tradiciones que vienen de antaño y se mantienen: es un clásico de la barra, se sirve sin preguntar para acompañar una cerveza helada o un aperitivo. Y si el viajero descansa en alguna plaza porteña, seguro encontrará algún vendedor de garrapiñada: esos sabrosos maníes bañados en almíbar serán el mejor viaje a la infancia. En las fiestas no faltan bañados en chocolate o en formato turrón (lejos nos quedan las almendras importadas y las castañas): aquí reina el maní.
Por Laura Litvin – Instagram @laulitvin – Publicado en la revista Grandes Productos (España)