“En estos tiempos de la explosión de nuevas tecnologías en el área de secuenciación genómica y biología sintética, hay que compartir estos conocimientos para que en Bolivia se pueda conocer la gran biodiversidad que poseemos y en beneficio de todos”, asegura Pozzo, premiada investigadora de la Universidad de Davis, California (EEUU).
El diminuto origen
El genoma es el conjunto genético (ADN) que determina las características biológicas de un ser vivo. Según Pozzo, descifrar la secuenciación de las especies ayudará a diversificar los componentes de las semillas, agregarles valores nutritivos, proteínas y antioxidantes, hacerlas resistentes a las plagas o al cambio climático. Y este secreto mayúsculo se encuentra en los más diminutos orígenes de la vida.
“Las bacterias han sido ignoradas durante años aunque son ellas las que ayudan a crecer a las plantas. Son sus mejores amigas aunque no se vean”, explica la posdoctora boliviana.
Debido a los plaguicidas, el cambio climático, los fertilizantes, las bacterias han tenido que mutar, para no morir. “En Estados Unidos, recién los agricultores se han dado cuenta de la importancia de los microorganismos. Con tanto químico para obtener cosechas rápidas y abundantes han desequilibrado el ecosistema. Entonces han ganado la batalla las plagas”.
El año pasado, una plaga de langostas invadió extensos cultivos en el país. Grillos gigantes se llevaron maíz, soya, todo a su paso. “Es posible evitar que ello vuelva a pasar descifrando y replicando el genoma de las especies endémicas de Bolivia para recomponer los ecosistemas”, apunta la biotecnóloga.
Con el avance de la tecnología, los científicos han logrado aislar una bacteria y descifrar su ADN. “Antes eso era imposible, pero ahora tenemos la secuenciación de segunda generación”. Pozzo es experta en la herramienta, pues ha trabajado en la Universidad de Davis en la secuenciación de microorganismos para recrear el ecosistema de una especie primitiva de maíz procedente de Oaxaca (México).
Amaranto y maní
Junto a los agrónomos Ramiro Orellana y Julio Montero -agrónomos, docentes y doctorantes del programa de biotecnologia de la Universidad de San Francisco Xavier- Pozzo realizó la semana pasada el primer muestreo de amaranto y maní en plantaciones orgánicas de Sucre.
“Este es el momento de proteger nuestras especies, preservarlas y guardarlas”, recalca la microbióloga, quien llegó con los instrumentos necesarios para impartir cursos de secuenciación en las universidades de Sucre y La Paz. Ahora impulsa con sus propios fondos el proyecto.
Después de las primeras pruebas, le emociona particularmente la perspectiva de descifrar el genoma de la papalisa. “Es evidente que esta especie boliviana de papa dulce es rica en antioxidantes. Potenciarlos puede ser la solución a muchos problemas”. El proyecto está en marcha.
El patrimonio genético de las especies bolivianas
Ese es uno de los objetivos del proyecto que busca descifrar el genoma de otras especies bolivianas como la papalisa, el maní y el amaranto. “Esas pueden ser las primeras porque el campo de estudio es inagotable”, recalca.
“Es vital conservar la biodiversidad para mantener la salud de la Pachamama. Los científicos bolivianos debemos darnos cuenta de la necesidad de trabajar mancomunadamente porque van a venir a llevarse muestras para replicar nuestras especies”, asegura la científica que no escatima conocimiento ni tiempo, ni dinero en la investigación que lleva adelante con científicos bolivianos.
En Bolivia no hay ningún estudio de microbiomas. “Estos, que deberían ser impulsados por Estado y universidades, son fundamentales para conservar y mejorar las especies. Y dejar en claro que son patrimonio boliviano con altas potencialidades”.
Fuente: Pagina Siete