La tradición nacional de consumir el producto, plasmada en el célebre estribillo musical "maní, manisero se va", tuvo que pasar en buena parte a la clandestinidad. Hoy por hoy, la policía hace poco por controlar a los vendedores ilegales de maní porque muchos pertenecen a colectivos muy desfavorecidos.
Rebautizado como el chicle cubano por su popularidad, ha acompañado las largas esperas en las paradas de ómnibus, los días en movilizaciones agrícolas o las pobres raciones en las prisiones. El maní se ha mantenido durante décadas como el producto estrella del mercado informal, pero ha logrado sobrevivir a la férrea estatización a la que estuvo sometido y hoy, permitida su venta en manos particulares, el producto resurge no sin ciertas dificultades.
Tras la Ofensiva Revolucionaria de 1968, en la que todos los pequeños negocios que quedaban en manos privadas fueron nacionalizados, pocos alimentos lograron mantenerse fuera del aparato estatal y el mercado racionado. Esta legumbre consiguió sobrevivir y seguir vendiéndose en el mercado negro en manos de comerciantes ambulantes hasta que en 2008, con las reformas raulistas del sector privado, buena parte de sus comerciantes y productores se legalizaron.
La tradición nacional de consumir el producto, plasmada en el célebre estribillo musical "maní, manisero se va", tuvo que pasar en buena parte a la clandestinidad. En un susurro, solo mostrando unos pocos cucuruchos de papel, mientras el resto estaba a buen recaudo en el bolso, se ofertaba la mercancía para evadir los ojos de inspectores y policías.
En un susurro, solo mostrando unos pocos cucuruchos de papel, mientras el resto estaba a buen recaudo en el bolso, se ofertaba la mercancía para evadir los ojos de inspectores y policías
"Llevo sembrando maní hace casi 30 años", cuenta a este diario Leopoldo, un agricultor de la zona de Candelaria que asegura haber "pasado por todo" con este cultivo. "Lleva mucho trabajo y hay que estar muy atento a las plagas pero después se vende a muy buen precio a los productores de turrones", comenta.
La preparación del suelo es vital para una buena producción de maní y no debe plantarse en zonas pedregosas. Su cultivo requiere de abundante agua durante la germinación, crecimiento y floración, pero en el momento de aparición de los frutos ya pueden volverse escasos.
"Llegue a tener toda mi tierra destinada al maní, pero ahora también cultivo flores y frijoles".
Leopoldo es propietario de su tierra lo que le permite decidir qué tipo de producto sembrar, frente a los cooperativistas y usufructuarios. El Estado controla los productos que deben cosecharse en cada región y a los campesinos para que acepten la lista de prioridades que diseña el Ministerio de la Agricultura.
"En esta zona la mayoría de la gente que tiene tierras en usufructo tiene que sembrar frijoles y viandas para vender al Estado", dice Leopoldo. "Me fui por el maní porque lo puedo vender directamente, tiene una buena demanda todo el año y ahora mismo ha subido bastante de precio".
"Es un producto que se da muy bien aquí y es fácil conservar las semillas, pero el proceso de secado en el campo tienes su detalles y es un momento muy importante en que toda la cosecha se puede echar a perder", agrega el agricultor. "Solo cuando está bien seco se separa de la mata para evitar que se quede con humedad y le salgan hongos".
Entre los principales riesgos están los insectos y gusanos, que se alimentan de las hojas. También producen enfermedades como la cercosporiosis, el moho azul y la llamada la mancha foliar, que pueden echar a perder una cosecha completa, algo que ocurre con frecuencia con los excesos de humedad o con la poca disponibilidad de agua en el momento del crecimiento inicial.
En los mercados habaneros una libra de este producto llega a costar actualmente entre 20 y 24 CUP, el salario diario de un profesional. Sin embargo, pocos productores de cucuruchos o turrones lo compran en las tarimas de estos locales, sino que tiene un contacto directo con el productor.
Un cosechador vende entre 8 y 10 CUP la libra de maní al productor de alimentos que llega hasta su finca a buscarlo. Si el traslado del grano corre a cargo del campesino, puede pedir un poco más. El beneficio es inusual. Pocos productos agropecuarios, con excepción de los frijoles y la carne de cerdo, se venden cerca de los 10 pesos la libra directamente en el campo.
"Una vez al mes voy a la zona de San Antonio de los Baños, donde desde hace años tengo un acuerdo con un campesino para comprarle varios kilogramos", cuenta Marcial, un productor de turrones que oferta su mercancía a puntos de venta en la zona de Centro Habana y Cerro. "Mi casa huele a maní por todos lados porque entramos en este negocio en 1992 y no hemos salido".
De aquellos primeros años, Marcial recuerda que "todo era ilegal" y su esposa y sus hijas vendían los cucuruchos y los turrones con mucho sigilo. "Un día nos confiscaron toda la producción de una semana. La estábamos trasladando para la casa de un primo que suministraba a otros maniseros ambulantes, cuando nos paró la policía".
"En aquellos años en mi casa se cocinaba con el aceite que extraíamos del maní, y hasta lo usábamos como crema para la piel", recuerda.
Ahora, Marcial tiene una licencia de vendedor ambulante y su esposa otra para confeccionar alimentos, y han ampliado los productos que elaboran y distribuyen. "Tenemos el típico turrón de maní molido, el otro de grano que le gusta a mucha gente y hemos incorporado otro similar al de Alicante pero con maní que tiene mucha demanda a finales de año y alrededor de otras fechas festivas". Un punto flaco es "el suministro de azúcar, que no es estable, pero también hemos incorporado productos con miel a la lista de lo que vendemos".
Las ganancias familiares oscilan entre los 4.000 y 5.000 CUP al mes, descontando la materia prima y los pagos de licencia, cinco veces más de lo que ganarían Marcial y su mujer juntos su ejercieran como ingenieros en una empresa estatal, donde se conocieron hace más de 40 años.
El sueño de la familia de Marcial es lanzar su propia firma de turrones al mercado, algo que han podido hacer otros emprendedores que han logrado, incluso, anotar su marca y sus recetas en la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial (OCPI). Pero el tenaz manisero cree que en su caso falta todavía para eso.
"El suministro del grano no es muy estable porque depende de muchas cosas, el clima, los controles estatales sobre los productores, la transportación y los registros policiales en la carretera, tener el nylon para envolverlos, en fin es una carrera de obstáculos". Ahora está diseñando un logotipo para su ofertas y tratando de agregar nuevas combinaciones.
"Es un caso perdido porque si se les pone multa o se detiene a todos los vendedores de maní que hay en Cuba no alcanzarían los talonarios y las estaciones de policía estarían llenas".
A pesar de que muchos vendedores, como Marcial, han legalizado su actividad en los últimos años, el sector del maní sumido en la ilegalidad.
"La mayoría del maní que se compra en las calles sigue estando en manos de vendedores informales, que no tiene licencia", asegura una empleada de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) que prefirió el anonimato. "Pero ahora mismo la policía hace poco por controlarlos porque muchos son personas mayores, con discapacidad o con serios problemas económicos".
"Es un caso perdido porque si se les pone multa o se detiene a todos los vendedores de maní que hay en Cuba no alcanzarían los talonarios y las estaciones de policía estarían llenas".
Por Zunilda Mata – La Habana (Cuba) – Publicado en el portal www.14ymedio.com