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Una enfermedad que obliga a investigar

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A lo largo de cada campaña, el cultivo de maní se enfrenta a diferentes enfermedades que ponen en riesgo su rendimiento. Una de ellas es el carbón (Tecaphora Frezii), enfermedad para la cual todavía, no hay solución.


Las enfermedades presentes en el cultivo de maní, en Argentina, se pueden clasificar en tres grupos, las foliares, donde la principal protagonista es la viruela (Cercosporidium personatum y Cercospora arachidicola); causadas por hongos de suelo, conformadas por los tizones producidos por ambas “sclerotinias” (Sclerotinia minor y S. sclerotiorum), la podredumbre parda (Fusarium Solani) y el marchitamiento (Sclerotium rolfsii); y un tercer grupo, formado por el carbón (Tecaphora Frezii) que, si bien produce todo su ciclo en el suelo, no tiene las características de las otras enfermedades.
 
Para la viruela y las enfermedades producidas por hongos de suelo, el sector productivo dispone de estrategias de manejo, tanto químicas como culturales, mientras que para el carbón existe una sensación de indefensión sumada al mismo avance sin control, por lo que lo convierte actualmente en la enfermedad que genera mayor preocupación en el sector manisero. 
 
Desde su detección en maní cultivado en 1995, no dejó de incrementar su incidencia y prevalencia, pudiendo asegurarse 20 años después, al menos en la provincia de Córdoba, que la totalidad de los lotes disponibles para el cultivo están contaminados con diferentes grados de infestación. El patógeno se fue distribuyendo silenciosamente con la semilla, las maquinarias y por el viento, contaminando suelos e infectando vainas, no obstante ello, paso casi desapercibida por no manifestar síntomas en la parte aérea de la planta. 
 
Año tras año el patógeno sigue afectando al cultivo, con diferentes grados de intensidad muchas veces sin incidir significativamente en los rendimientos. El estado de contaminación en los lotes cercanos a las plantas procesadoras de maní y la intensidad de la enfermedad registrados en ellos, demuestran el riesgo potencial de la enfermedad.
 
Las investigaciones sobre el patógeno y la enfermedad se comenzaron a reportar en el 2002 y hasta el presente, se lograron avances considerables en la caracterización del patógeno, la biología y el proceso de infección, los métodos de diagnóstico, la respuesta del germoplasma y las estrategias de manejo cultural y químico, pero de todos modos no hay métodos de control que asegure a los productores una disminución concreta de los efectos de la enfermedad.  
 
Una de las principales estrategias en un esquema de manejo integrado de una enfermedad, es el uso de material genético resistente. Actualmente, la variedad que ocupa mayoritariamente la superficie cultivada es altamente susceptible al carbón y la aplicación de estrategias de manejo cultural y químico no alcanza las eficiencias de control esperadas. 
 
Debido a esto, el mayor énfasis debería centrarse en proveer al sector de variedades resistentes que reducen en una interrupción de la multiplicación del patógeno por un lado con la consiguiente disminución de la afectación del cultivo. Ya se ha reportado germoplasma y cruzamientos con resistencia, aunque obtener variedades resistentes o tolerantes a la enfermedad con características agronómicamente deseables, insume varios años de trabajo para los programas de mejoramiento. 
 
A este factor se agrega la adopción de dichas variedades por el sector productivo que demandará aun más tiempo, lo que significa que el patógeno tendrá asegurada varias campañas de multiplicación en los lotes maniseros. Las herramientas moleculares son una herramienta eficiente para asistir al mejoramiento clásico, que sin duda, podrán acelerar el proceso de selección y obtención de variedades resistentes. 
Las investigaciones en uso de productos químicos arrojaron valores de eficiencia de control entre 40 y 50%, aunque muchas veces con frecuencia y dosis de aplicación económica y ambientalmente inviables. Se siguen ensayando nuevas moléculas fungicidas y combinación de ellas, que podrían alcanzar mayores valores de control, aunque la biología del patógeno impone barreras en la tecnología de aplicación que aun deben dilucidarse.
 
Con la suma de esfuerzos en la obtención de cultivares resistentes adoptados por el sector productivo, el manejo adecuado de un sistema de rotaciones y el uso de fungicidas efectivos y eficientes, es de esperarse que la densidad de inóculo pueda disminuir gradualmente y los lotes maniseros vayan perdiendo el potencial riesgo epidémico al que están sometidos en la actualidad. 
 
Por Alejandro M. Rago (IPAVE – INTA)

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